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Alta costura de Chanel Primavera/Verano 2024: una mezcla de capricho y tradición

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En homenaje al espíritu creativo de Gabrielle “Coco” Chanel, el desfile de alta costura de Virginie Viard para Chanel crea un puente entre el pasado y el presente con un fervor artístico que hace eco de la colaboración de la fundadora con los Ballets Russes en 1924. El espectáculo se inauguró bajo una grandiosa escultura de botón, enmarcada por la luminosa presencia del cantante estadounidense Kendrick Lamar, el cineasta Dave Free y el director creativo Mike Carson, quienes juntos dieron forma al ambiente teatral.

Las pasarelas del Grand Palais Éphémère de París fueron testigos de una colección donde lo clásico se encuentra con lo caprichoso en una narrativa inspirada en la danza. Desde el principio, Margaret Qualley, reflejando a una bailarina moderna con un toque de encanto nostálgico, lideró una serie de conjuntos completamente blancos, aprovechando la pureza y elegancia por las que Chanel es reconocida. La finura del ballet fue evidente en atuendos etéreos de tul combinados con medias blancas, un guiño al apoyo perdurable de Chanel al Ballet de la Ópera de París.

A lo largo de la colección, hubo un notable juego de texturas y fabricaciones. El icónico tweed de Chanel fue reinventado con superposiciones espumosas de tul, agregando una ligereza inesperada a las siluetas icónicas. Lentejuelas, lazos y cinturones de encaje ofrecieron una nueva visión de la feminidad sin complicar demasiado la estética, permitiendo un estilo a la vez accesible y de cuento de hadas.

En una mezcla de capricho y tradición, la colección tomó un giro contemporáneo con elegantes vestidos que recuerdan la indumentaria de baile de salón, pero despojados de lealtad a una época, un saludo atemporal a la facilidad y al movimiento. La transparencia se exploró a través de combinaciones estratégicas, como un leotardo combinado con una falda de gasa translúcida, permitiendo que las prendas interactúen con la forma del usuario en un ballet de sombra y luz.

El juguetón tributo de Viard termina con un final de novia que rompe con la tradición, presentando un mini vestido con palomas bordadas encajadas en una capa de tul revoloteante, un emblema de la reinvención dentro de la santidad de la alta costura.

A pesar del viento en contra en el gasto de lujo, Bruno Pavlovsky, presidente de moda de Chanel, mantiene la resiliencia de la alta costura, indicando que la venerada forma de arte mantiene su atractivo en medio de climas económicos cambiantes. Sugiere que la longevidad de las piezas de Chanel, estas herencias vestibles, sigue siendo un testimonio de su poder no declarado y resonancia emocional, viéndolas como inversiones en lugar de simples declaraciones de moda.

La culminación de la colección nos recuerda el poder de la ropa para trascender lo temporal, para capturar momentos, movimiento y, en última instancia, la imaginación. A medida que la narrativa de Chanel evoluciona con cada colección, también lo hace la invitación al diálogo sobre el papel de la alta moda en la identidad y expresión modernas.

Al presenciar esta interacción de legado e innovación en Chanel, uno no puede evitar sentirse atraído por la conversación sobre el potencial transformador de la moda, un tema maduro para la discusión, la reflexión y, tal vez, el compartir dentro de nuestros propios círculos.

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